sábado, 12 de noviembre de 2011

Amor y locura : Para Tùloescribes


Yo sé que tal vez nunca podré lograr que mi corazón deje de latir tan fuerte por ti, fueron años los que vivimos enamorados, crecimos y maduramos juntos; a diario aprendimos algo nuevo, tratamos de mejorar, tú con tu genio complicado, yo con mi soberbia, de creer que todo lo puedo solo. Aprendimos, vivimos, amamos, juramos muchas veces que nada podría hacernos pensar distinto, quisimos siempre imaginar que estaríamos juntos, pero también sabíamos que si nos separábamos, nos seguiríamos amando hasta el final de la vida, nos llevaríamos una parte de cada uno de nosotros, porque el tiempo vivido no nos lo quitará nadie. La luz de todos los días me recordaba que la vida me había regalado, un ser hermoso, tú me motivabas, con tu sonrisa desbordante. Esa risa que amaba tanto en los momentos en que los problemas parecían ahogarnos, siempre podías lograr con tu sonrisa, sumergirnos en lo profundo de nosotros, aislarnos del resto, por horas y quedarnos viéndonos y acariciándonos. Junto a nosotros siempre estaba el perro que te regalé cuando cumplimos un año de casados, fue tan lindo ver como te brillaban los ojos cuando lo viste por vez primera dormido en nuestra cama, que no perdiste tiempo y le pusiste Renato, como siempre asegurabas que lo llamarías, ese momento no lo olvidaré, pues el día en que lo asesiné, te juro que no pude dormir, la cabeza, no me dejaba tranquilo, nunca quise hacerlo, te lo juro, yo lo quería tanto como tú a él,  hasta le compuse la canción que le cantábamos en las noches como a un bebé:
...Renato, Renato,
duerme tranquilo,
sueña dando suspiros,
mañana estaré a tu lado,
Renato,  Renato
¿Por qué te orinas en el cuarto?...
 
No sé porque lo maté, no sé porque tuvo que pasar así, tú y yo siempre nos contábamos todo, no había secretos entre nosotros, pero al final, dejaste de confiar en mí, y eso me dolió, por más que intentaba recuperar tu confianza, era inútil. Quizá fue por los reproches, que empezaron a aumentar, cada vez que salías con tus amigos, y no me llevabas, hicieron que te cansarás de todo; lograron lo que otros intentaron pero no pudieron, separarnos y que dejáramos de confiar el uno al otro, tú decías que yo exageraba, con mis celos, con las reacciones explosivas que surgían cuando discutíamos, las palabras duelen, y dañan más que los golpes, y sobre todo cuando se deja invadir por la ira. Pero no pensé que esto me controlara, que las voces, que los celos enfermizos, que las llamadas a tu celular, las reuniones a las que ibas, los mensajes al celular a toda hora,  podría ser tan fuerte. Intenté escuchar tus conversaciones, pero me descubriste más de una vez, y yo siempre lo negué, siempre había una excusa para todo. No puedo olvidarme de el tipo al que le destrocé el carro, nunca me agradó, yo sé que era tu amigo, pero tenía  celos ¿Qué querías que hiciera, no te dabas cuenta que me provocaba?, seguro contigo era un caballero, pero cuando no lo veías, quería burlarse de mi, me veía como un loco,  y yo no estoy loco, estoy enamorado, te amo, regresa conmigo, vamos, despierta, por favor, vayámonos lejos, ¿Por qué no respondes?, estás tan fría, vamos, perdóname no quise disparar, dime algo...

martes, 6 de septiembre de 2011

CARTA DE UN MORIBUNDO


CARTA DE UN MORIBUNDO
Estoy postrado en mi cama, moribundo, desde hace unos días. En esta cama en la cual pasé muchos buenos momentos, con algunas novias ¡OH sí, que bien los recuerdo! , aquellos momentos, que tal vez ya no pueda repetir cuando me muera.

Extraño hacer muchas cosas desde que quedé postrado a pasar mis últimos días en esta cama. Extraño ver la luz del día, y sentir –aunque no parezca por estos tiempos- que el sol sale y me quema la cara con sus rayos.

Para mi era todo era dormir y no hacer nada, pero tenía que trabajar para ganar dinero, y subsistir, hubiera querido yo, vivir de escribir poemas y convertirlas en canciones. Pero no funcionó, o al menos eso me hicieron creer muchos productores, a quienes les mostré mis letras. Sin éxito como compositor, tuve que hacer lo que menos me gustaba, trabajar, despertarme bien temprano y trabajar hasta el sábado, como vendedor en un centro comercial.
Ahora que estoy moribundo, recuerdo esa época, y cuando la comparo con mi actualidad, debo concluir que ahora me siento un poco vivo, aunque esté cerca de la muerte. Es irónico, pero no podía llamar vida a esa rutina de pasar los días vendiendo electrodomésticos. Quizá por eso caí enfermo de un mal que mató a casi toda mi familia en veinte años. Esa desgraciada enfermedad, que llegó silenciosamente a mí -y hoy me ha vencido, pues ya no puedo caminar-  me ha impedido relajarme, recuerdo mucho mis caminatas al atardecer, por la playa, por los parques o hacia la plaza de armas.
Estoy solo, postrado en esta cama, no me quejo, creo merecerlo, y creo que fue lo mejor a pesar que pude casarme alguna vez, pero no lo hice, pues sabía que moriría pronto, por la enfermedad, y no podía dejar sola a alguien a quien quería mucho (aunque no parecía en ese momento).

Jessica:
Si lees esta carta en algún momento, quiero que sepas que te quise y deseaba casarme contigo, pero no lo hice porque sabía que moriría, y no quería dejarte sola y viuda en tan poco tiempo, espero que no sea tarde para decírtelo, siempre te quise, y no sabes como lamento no haber estado este tiempo junto a ti. Quiero que sepas que he decidido dejarte mi pequeña casa en herencia (pues dije antes que ya no tenía más familia en quien confiar), prefiero dejártelo a ti, y evitar que alguien se aproveche y me la robe. Ah, y también te pido que cuides a mi perro Renato, está grande y es obediente, estoy seguro que no te dará problemas; aunque le prohibí en reiteradas ocasiones que no siguiera oliéndoles el trasero a las personas que ingresaban a la casa, no me hizo caso y sigue con eso. Espero que contigo pueda dejarlo de hacer, no te imaginas como me avergonzaba cuando hacía eso. Ah y también no vengas en falda, pues te la levanta, (esto último si le enseñé yo). No dejo muchas cosas más, pues debido a la enfermedad, tuve que rematar todo, algo que me costó trabajo hacer, pues no pude negociar un mejor precio por algunas cosas que valían más. Igual y otras de las cosas, estaban en mal estado, como el microondas, que sólo calentaba veinte segundos. No dejo más cosas, pero si algunas deudas, que no son tan altas, confío en que se olviden y no te las cobren a ti, y si acaso llegaran a cobrarte, tú les dirás que embargaste mi casa, por una suma cuantiosa, así podrás deshacerte de los intrusos.

Siento que caigo desde lo alto de un edificio, veo las cosas lentamente, y algo viene hacia mí, me acuerdo de Green Day (21guns), mi banda favorita, recuerdo cuando era niño, como si fuese ayer, es increíble, mi madre está a mi lado y mi hermano acaba de llegar al frente mío, los dos sonríen, debo estar curado, pero parece tan real todo, me extienden ambos sus manos, pero aún no quiero irme, tengo 29 años, me faltan cosas por hacer, quiero escribir, así nadie cante mis canciones, pero ya no queda tiempo para mí, aunque mis sueños siguen ahí, todo es  tan rápido, quiero estar acá, pero ni los hospitales me reciben, pero mi tiempo ya se acabó. Lástima que ya no podré hacerlo, el cáncer de la soledad me ha matado.

(UNOS DIAS DESPUÉS A UNOS KILÓMETROS DE DISTANCIA)

En una casa roja, una niña recoge un sobre del piso, lo levanta y lee:

Para: Jessica G.

La revisa y sube al segundo piso, la lleva a su madre quien está acostada en la cama. Ella la ve entrar, le recibe la carta y le da un beso, abre la carta, muestra un rostro de sorpresa, y de pronto cambia su expresión. Se levanta de golpe.
-    ¿De quién es la carta mami? – pregunta la niña.
-    Es de un amigo mi vida, a quien no veo hace seis años - responde seria la madre.

Suben a un taxi, la madre derrama algunas lágrimas, evitando que la niña la vea, mientras a su lado, la pequeña va pensando muy tranquila, yo tengo seis años, el mismo tiempo que mamá no ve a su amigo, y sonríe. 

domingo, 22 de mayo de 2011

SERÁ


Será acaso que tu piel
no es compatible con la mía,
Será que en mis sueños
no eras tú la que me decía,
que no tenga miedo,
que ya vendrán buenos momentos,

Será que los pasos que dimos,
por esas calles,
por largo tiempo,
fue un espejismo
que no vivimos.

Será que la mano que acarició mi rostro,
no era la tuya,
cuando los días eran inciertos
y nuestros cuerpos no se tenían,
mis días y los tuyos jamás coincidían.

Pues así fue,
tu piel nunca estuvo
tu cuerpo nunca fue mío,
jamás caminaste conmigo,
tu mano nunca me tocó
y tu voz ninguna vez me habló.

Todo fue un sueño,
fue todo un deseo,
que no se hizo,
que no se pudo,
yo estoy viviendo aún
y tú no existes,
nunca estuviste.

martes, 12 de abril de 2011

SENTADO EN SILENCIO


Sentado en silencio,
arropando mis deseos,
ocultando mis ilusiones,
veo el futuro incierto.
Mientras mi cuerpo desnudo descansa,
yo me despierto y pienso,
si es que a tu corazón podré cautivar,
Sentado en silencio,
intento mostrar mis sentimientos,
que alguna vez fueron burlados.
Mientras mi corazón se acelera,
porque tú has llegado,
intento soltar las palabras,
que mis sentimientos expresen.
estás tan linda, como a diario,
pero las palabras no me llegan.
Sentado en silencio,
cautivado de tu hermosura,
veo como te marchas muy desconcertada
y yo sigo en silencio estoico,
llorando en silencio,
ésta fue mi última oportunidad,
tú te vas, y yo me quedo en silencio.

sábado, 26 de marzo de 2011

El niño que no debió nacer, Malvino - Parte 2 - Final


El niño que no debió nacer se preguntaba si la vida le daría la oportunidad de volver a vivir(soñaba con reencarnarse en una ave) a pesar que no le tenía miedo a la muerte, pues sospechaba que moriría joven. El niño ya no era niño. Era adolescente, ya no tenía sueños, pues de pequeños los había desechado, pero pasaba el tiempo dibujando figuras indescifrables, objetos y números, letras y símbolos raros, y siempre terminaba sus dibujos pintando una estrella debajo de sus pinturas. Su madre se los ordenaba con cierta preocupación, ella intuía que algo raro sucedía. Su padre, jubilado ya, le reprochaba a diario que dejara de perder el tiempo con sus pinturas, pero Malvino, no le hacía caso, lo ignoraba, y su padre insistía en que debía dejar de pintar.

El día en que Malvino cumplió veinticinco años, su madre ordenó sus pinturas como todos los días, pero su padre había decidido acabar con todo eso. Subió a la habitación,y con una tijera empezó a cortar y a romper todas las pinturas, desde la primera -que guardaba con especial cariño- hasta la última en la que se veían unas aves volando hacia el mar. Cortó las pinturas con rapidez, deseando acabar pronto, pero no podía pues eran muchas, y el joven llegó a la casa,como presintiendo lo que sucedía, subió rápidamente a la habitación, su padre estaba sentado en la cama, empezando a cortar una nueva pintura, el joven le recriminó por el atentado, su padre le respondió sin verlo: es lo que debí hacer hace tiempo, mientras seguía destruyendo las pinturas. Malvino se alteró y su mirada se transformó, en la misma mirada de adolescente cruel e irónica – que creía había perdido- como si volviese el tiempo atrás. Malvino se abalanzó y forcejearon por la tijera, como era lógico el joven logró quitarle la tijera, y golpeó a su padre con la mano derecha; pero el golpe no calmaría las intenciones del padre, que pretendía acabar con todo,  y empezó a insultar a su hijo llamándolo fenómeno. El joven enfurecido por perder sus pinturas y por los insultos de su padre, levantó la mano izquierda, en la cual llevaba la tijera, y así se detuvo viendo a su padre a los ojos, y podía ver en los ojos su reflejo, y esa imagen lo enfureció más, su padre lanzó una pintura, diciéndole que era un fracasado y un tipo anormal, el joven enfurecido aún más, no dejó que terminara y le clavó el chuchillo a su padre en el corazón.

Su padre cayó rápidamente al suelo, mientras la madre subía preocupada por los ruidos, el joven Malvino se quedó observando el cuerpo, que tenía clavada la tijera, el padre aún vivía cuando la madre los vio y de inmediato se dirigió a socorrerlo. Malvino se llevó algunas pinturas que aún estaban intactas, se acercó al cuerpo y retiró la tijera del cuerpo de su padre, luego se marchó sin decir palabra alguna. La madre dentro de su lamento se empezó a preguntar ¿por qué? y rompió en llanto.

El niño que no debió nacer, Malvino, sabía que el final de todo se acercaba, después de todo sería feliz, aguardaba el momento para ser feliz con total tranquilidad, después de aquellos años de escuela, de adolescencia y juventud, todo llegaría a su final, él sabía que no debió nacer, él no quiso nacer, su padre tampoco quiso que naciera, el destino lo puso en donde estaba, pero Malvino sabía que esa noche todo acabaría, guardaba la ilusión muy dentro de si, y con la tijera que había asesinado a su padre, decidió cortarse la yugular, le fue fácil decidir, no le tomó tiempo, nunca tuvo miedo de morir, él sabía que moriría joven, no sintió pena pues estaba frente al mar, con su pintura al lado, antes de morir, soñó con ser un ave y volver convertido en ella, para ser libre, para viajar, para ser ligero, para ver el cielo más cerca y para ver mejor las estrellas.

Su cuerpo permaneció tendido abrazado a su pintura, en la cual se aparecían unas aves volando hacia el mar, pintura que su padre no había podido romper, cuando su corazón dejó de latir y antes de cerrar los ojos, unas aves cruzaron la costa hacia el mar, tal cual estaba dibujado en el cuadro.








El niño que no debió nacer, Malvino - Parte 1





El niño que no debió nacer ya había mostrado señales de no querer estar en este mundo. Cuando su madre lo llevaba en su vientre, a los cuatros meses, él quiso apurar su alumbramiento, no lo hizo por impaciente, ni por desesperación, lo hizo por que sabía que así sería más fácil morirse. Lo había escuchado de su padre cuando éste conversaba por teléfono con un algún amigo suyo.

El niño que no debió nacer, contra todo pronostico nació en diciembre, y no en abril como él lo deseaba. Nació de tarde y en verano y eso provocó que estuviera molesto cuando el doctor lo trajo al mundo, entre los alaridos de su madre – quien ya había pasado por este martirio, pero sin suerte, pues su primer niño había muerto semanas después de nacer- y la mirada extraña de los enfermeros, quienes se sorprendían al ver al recién nacido con las cejas fruncidas en clara señal de molestia y sin producir ruido alguno, como los niños normales.

El niño que no debió nacer vino al mundo de día y no de noche, o mejor aún de madrugada, el destino le castigó haciéndole ver la luz del día y sentir el calor de esos años, en donde el verano quemaba a rabiar. Pero también fueron sus padres quienes sin saberlo –o a sabiendas- terminaron por hacerle inolvidable, por decir lo menos, el día de nacimiento al bautizarlo con el nombre de Malvino-en honor a algún bisabuelo-.

El niño que no debió nacer, pasó una niñez y adolescencia amarga, pues su padre lo inscribió en un colegio militar-religioso, y fue en esos años donde descubrió dos de las cosas que más odiaría: la religión y la severidad. La religión, quien era representada por sus profesoras, eran ellas las que lo obligaban a asistir a misa todos los domingos, y la severidad del director e instructores, quienes se encargaron de que los años de infancia y adolescencia, fueran como los de un cuartel, haciéndole sentir en ocasiones un reservista de guerra.

Y empezó a odiar la religión y la severidad, no sólo por los entrenamientos y la preparación espiritual, sino también porque le quitó la posibilidad de divertirse con sus amigos en las tardes, en que los demás descansaban, pues su padre, quería que él fuese un militar destacado, y tenía que ensayar en las tardes para desfilar con elegancia, lo cual era muy difícil, pues Malvino, muchas ganas no le ponía, y por más que ensayaba, sus instructores no podían lograr lo que el padre quería, provocando esto una exasperación en él.

Fue cuando Malvino cumplió dieciocho años, que se reveló contra la religión que le habían impuesto, pues aseguraba que todo lo que durante años había escuchado en la escuela, era pura “palabrería barata”, como la de los abogados. También a los dieciocho años, cuando acabó la escuela, Malvino quiso descansar y no trabajar, como se lo insistía su padre, quien era en esto muy exigente, más que su madre, pues ella estaba contenta con tener a su hijo en casa. Malvino quería recuperar el tiempo que había perdido, jugar con sus compañeros -de quienes sabía pocas cosas, pues siempre tenía que estar estudiando, ensayando, o asistiendo a misa- asistir a los cumpleaños, reuniones, salidas, borracheras, escapadas.

El niño que no debió nacer, Malvino, solía caminar por horas a diario, caminaba y observaba a las personas que transitaban, las veía a los ojos, pero ellos no a él. Le gustaba la playa y se iba a caminar hacia ella a diario, se sentaba en la arena a ver las olas y disfrutaba con el vaivén que producían, eso lo tranquilizaba, no había nada aparte de la música y el mar, para tranquilizarlo.

Malvino, en algún momento quiso ser futbolista, cuando era más chico, se lo contó a su padre, pero éste no quiso, aduciendo que era un desperdicio dedicar su vida a ese deporte, el chico aceptó, pues en ese momento la sapiencia de su padre, estaba por encima de todo. Luego quiso ser músico, como algunos amigos suyos, quienes tenían un grupo formado de música rock, Malvino volvió a contárselo a su padre, esta vez con un poco más de ilusión que al principio, y su padre fue nuevamente tajante en que no permitiría que su hijo, pierda el tiempo de esa forma, Malvino no dijo nada y obedeció lo que su padre le indicó y se prometió a si mismo no contarle nunca más a nadie sus deseos.

Y así fue pasando el tiempo, el niño fue creciendo y olvidando sus deseos de infancia, y fue creciendo, deseando ser pronto adulto, y hacer las cosas que no había podido realizar, deseando que el tiempo corriera muy deprisa. Y fue creciendo pero guardando sentimientos buenos y malos, fue creciendo odiando su nombre, su color de piel, empezó a perder la paciencia, y a descubrir al amargura y el enojo, a enojarse por la comida, por el día, por la noche, por sus padres, por sus miedos, por sus anhelos, que le empezaban a sentir lejanos e imposibles, y comenzó a desquitarse con su amigos, descubrió la ironía y la puso en práctica con quien se le cruzaba, nadie entendía lo que le pasaba, ni sus amigos , ni sus padres, incluso llegaron a pensar que tenía mal de amores o estrés, e ignoraban lo que por dentro se ocultaba, Malvino ya no era el mismo y no lo sería nunca.

martes, 1 de marzo de 2011

LUCES DE TAXI


- ¿A qué parte vas flaco?

Me pregunta el taxista sin voltear a mirarme, mientras maneja con destino a Huaura. Es casi medianoche y mientras viajo puedo ver la fila de luces que iluminan las calles, y recuerdo que todos los días los veo y que esa monotonía me abruma; y que al pasar por ahí, es como estar en una película y vivirla a diario volviéndola absurda – aún cuando sea importante- tan absurda como la vida misma a veces, cuando no se hace nada extraordinario, nada que perdure, ni algo que trascienda.

Iba en el taxi y aún no quería llegar a casa. El taxista era un tipo gordo-que incluso el asiento lo tenía reclinado, para que pueda caber, y yo tenía que soportarlo, pues estaba sentado detrás de él- tenía el cabello crespo y largo; no había mucha luz, pero pude notar su cuello grasiento, que empezaba a incomodarme.

De pronto voltea y puedo verle la cara:

- ¿A qué parte vas flaco?- me dice, haciéndome notar sus grandes ojos, y su nariz gorda, y veo que está algo impaciente.

Pienso que no le ha ido bien, pues vamos llegando a Huaura, y en todo el trayecto desde Huacho, sólo pudo recoger a dos pasajeros – incluyéndome- y supongo que toda la noche le fue así.

- Deseo un taxi- le respondo de inmediato, para no ver su rostro regordete, y seguir prolongando mi llegada a casa, mientras nos cruzábamos con buses y tráileres que van hacia el sur, y también autos viejos y lentos que conspiran por mi objetivo.

El taxista no me responde, se queda pensando, decidiendo en aceptar o no, pero trato de convencerlo diciéndole que es un lugar cercano, para que siga manejando, pues se me ha cruzado una idea por la cabeza.

Le indico que me lleve hasta el grifo Shell, el cual se encuentra en las afueras de Huaura – un sitio que me agrada por su aspecto solitario- el grifo se ubica en la Panamericana Norte, sin casas cercanas ni mucho menos. Íbamos llegando cuando le indiqué que girara a la derecha, por una calle en medio de chacras y siguiera de frente por ese camino maltrecha, desde donde se observaban unas casuchas, de las cuales a duras penas se podía ver la luz tenue que emanaban.

El taxista empezó a silbar – aún con la radio apagada- una canción que detestaba, y se me ocurrió golpearle en la cabeza para que se callara, pero eso no funcionaría, pues tenía una cabeza prominente y de seguro resistiría. Busqué en mis bolsillos algo que pudiese callarlo o hacerle daño – empezaba a irritarme su silbido- y nada me servía, vi hacia mis zapatos y sólo podía usar los pasadores. Mostré una sonrisa extraña, que nunca antes me había salido, me sentí raro y empezó a surgir una voz desde mi interior, que me ordenaba a hacerlo y terminar con todo, lo escuché con una convicción, lo cual era extraño en mí.

Incliné la mano izquierda, mientras el taxista me veía por el espejo retrovisor, pero no se inmutaba, seguía silbando la misma canción. Cuando tuve el pasador entre mis manos, lo estiré y quede viendo y probando su resistencia, levanté la mirada, enfrente tenía su cuello grasiento y el cabello suelto; sin darle tiempo de dejar de silbar, me abalancé sobre él y extendí el pasador sobre su cuello y empecé a jalar – como lo vi en una película- ya se estaba ahogando, opuso resistencia, tenía mucha fuerza en sus brazos regordetes, pero lo había sorprendido; el auto se desvió hacia las chacras que habían a lo largo del camino y al detenerse, metros adentro, el taxista dejó de moverse, mientras yo seguía ahorcándolo sin que hiciera falta ya.

Sentí un alivio al dejar de escuchar su silbido, y me arrojé al asiento, echado y mirando el techo del auto pude reír finalmente. Antes de bajar del auto estiré las mangas de la chompa para no dejar mis huellas en la manija de la puerta, bajé y me quedé viendo por unos minutos el cuerpo sin vida del taxista, sus ojos grandes se volvieron enormes y estaba con la boca abierta, de la cual se derramaba saliva. Las casuchas de veían mas tristes de cerca, y la luz que venían de ellas provenían de velas y algunas lámparas. Por momentos pensaba en que hacer con el cuerpo, en ese instante no surgió ninguna idea cuerda.

Nadie me vio, podría perderme fácilmente y nadie me encontraría, ni mis huellas, ni nada que me comprometiera. Era perfecto. La noche perfecta, cómplice, junto a el silencio, y la tranquilidad que se vivía por esa zona, había elegido bien el sitio,  solo el brillo en mis ojos podía expresar lo que sentía.

De pronto volteé la mirada- mientras sentía la sensación de que ya no estaba solo- y una luz venía acercándose hacia mí, iba en aumento, como mis pálpitos, empecé a sudar, el miedo me invadió y la tranquilidad con la que me había reído, desapareció, y cuando quise escapar no pude correr; de inmediato el auto de detuvo frente a mi, cegándome los ojos con su luces, sospeché entonces que esas luces serían mi perdición, que todo lo planeado se iría por culpa de las luces del taxi, por quedarme cegado, cuando podría escapar; y de golpe sentí una mano que tocaba mi hombro, me sacudió y escuché que me decía:

- ¿Flaco estás bien?, flaco, no me asustes – era el taxista quien estaba haciéndome reaccionar.

- Sí, si, estoy bien- le respondí- creo que me dormí.

- ¿Dormirte, con los ojos abiertos? – me dijo, y pude ver que en realidad tenía la cara gorda y sus ojos eran enormes.

- Así suelo dormir a veces,- le dije para que dejara de molestarme- lléveme a los Pinos por favor. Pero el taxista se quedó viéndome con sus grandes ojos, estaba asustado, pero luego arrancó el auto.

Y al llegar a casa, bajé del auto, el taxista giró el auto para volver a la carretera y antes de irse alcanzó a decirme:

- Hazte ver flaco.

Y arrancó en su tico amarillo, moviendo su gorda nariz, con el asiento reclinado y silbando esa odiosa canción, me quedé viendo irse al auto y dije para mí:

- Debí matarlo, debí matarlo.

Amor y locura : Para Tùloescribes

Yo sé que tal vez nunca podré lograr que mi corazón deje de latir tan fuerte por ti, fueron años los que vivimos enamorados, crecimos y ma...